Luego de realizada la valoración completa del caso clínico de la paciente o pareja que consulta en busca de ayuda para conseguir el embarazo, se elabora un plan para tratar de llegar al objetivo deseado.
Cuando existe alteraciones que se pueden mejorar, es siempre el primer paso. Así, si existen alteraciones hormonales pasibles de corregirse por ejemplo, o pólipos endometriales que pueden resecarse, o alteraciones en el factor masculino que con tratamiento pueden mejorar, se inicia por ahí.
Luego se plantean las estrategias para mejorar las probabilidades de embarazo mediante técnicas de reproducción asistida.
Hay que tener claro que en Medicina Reproductiva, ninguna técnica tiene 100% de tasa de embarazo, por lo cual, hablamos en general de número de intentos, y de las probabilidades de cada una en función de la edad de la mujer y de otros factores que pueden afectarlas.
A veces no funciona la técnica que nos planteamos al inicio y tenemos que ir migrando a técnicas más complejas, que no solamente aumentan las tasas de embarazo, sino que a su vez nos van brindando más información del punto de vista diagnóstico.
Las alternativas se dividen en tratamientos de baja complejidad y alta complejidad.
Las de baja complejidad requieren una infraestructura más sencilla y la fecundación (encuentro del óvulo y del espermatozoide) se produce en el vientre de la mujer.
En las de alta complejidad la misma se produce en el laboratorio, lo que implica se necesite mayor infraestructura, laboratorios muy sofisticados y equipamiento específico, con técnicos especializados con una formación mayor.
Si bien las técnicas de alta complejidad tienen mayor probabilidad de embarazo, tienen también mayor costo y mayores riesgos, lo que hace que solo el incremento en la tasa de embarazo no es un argumento para ir directo a FIV (Fecundación in Vitro).
En esta página iremos dejando información a propósito de unas y otras, así como links a artículos de nuestro blog que hablan a propósito de ellas.